17 febbraio 2008

Il suono radiofonico di una leggenda del calcio

Oggi Madrid celebra il grande campione del Real, Alfredo di Stefano. All'ex giocatore, che ha 82 anni, verrà persino dedicata una statua. El Pais lo intervista sui suoi esordi in Argentina, lui, figlio di un coltivatore di patate, italianissimo ma con una nonna materna irlandese. Forse deve a lei il soprannome di saetta bionda, mentre i francesi lo chiamavano l'Onniprésent per la sua abilità di giocare bene in tutto il campo.
Sempre su El Pais Alfredo Relaño lo ricorda come tutti i ragazzi della sua generazione, che seguivano il calcio senza mai aver visto uno stadio e nemmeno un pezzo di erba, "perché a Madrid non ce n'era". Di Stefano era un "sonido victorioso en la radio". Una leggenda autentica, che le immagini televisive avrebbero solo rovinato.


Homenaje mundial a un mito del fútbol
Aquel sonido victorioso en la radio...

ALFREDO RELAÑO 17/02/2008

Para los niños de los cincuenta, Di Stéfano fue, antes que nada, un sonido victorioso en la radio. Su nombre resonaba como un latigazo siempre asociado a alguna proeza que transportaba nuestra imaginación a cualquier territorio desconocido: el Parque de los Príncipes, Belgrado, Heysel, San Siro... En aquellos años en los que yo aún no había visto un campo de fútbol (ni siquiera un trozo de césped porque en Madrid no los había) sí sabía que había por ahí una hueste aguerrida y triunfal, que capitaneaba el tal Di Stéfano, capaz de cualquier logro. Invariablemente, cada año regresaban con la Copa de Europa, en desfile en coches descubiertos por la autopista de Barajas.
Alcancé a verle jugar. Ya mayor, un poquito fondón (menos que Puskas, desde luego), calvo y ceñudo, pero indomable aún. Con frecuencia me preguntan cómo jugaba y no es exagerado decir que jugaba como tres juntos: como un medio de quite y creación, como un mediapunta que dirigía y aceleraba el juego y como un finalizador implacable. Junten a Redondo, Zidane y Ronaldo en una misma figura y se podrán hacer una idea bastante aproximada. Se movía por todo el campo, quitaba, armaba y llegaba al gol. L'Omnipresent. El Omnipresente, le calificó L'Equipe cuando le dio el Balón de Oro. Su presencia permanente en el orden de la jugada no le impedía llegar al remate y acumular goles en la proporción que se le exigía a un delantero centro que se dedicara sólo a eso, al gol. Y tenía estilo, eso indefinible que conocemos como clase. Era elegante. Y era fiero. Era, como Martín Fierro, toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno. No había escenario ni ocasión que le intimidaran.
(continua)

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